Segundo libro de la saga “Señores Del Mundo”. Las luchas siguen confrontando a las familias. De forma simultanea, las profecías empiezan a cumplirse.
Autor: Yolanda Corona
Géneros: Ciencia ficción, Fantasía, Fantasía y magia, Ficción
Etiquetas: Español, Para adolescentes, Público adulto
Se tomó un momento para contemplar la espléndida ciudad iluminada por el sol de la mañana. Ayusha ofrecía un espectáculo magnífico desde la cubierta del pequeño barco. También aprovechó para disfrutar sus últimos momentos de verdadera libertad quién sabe hasta cuándo. No se le escapaba la ironía de la situación. Él, que no hacía tanto tiempo viajaba a bordo de lujosos navíos más adecuados a su elevado rango, llegaba ahora hasta el bullicioso puerto de la capital de Esterria a bordo de un humilde barquito que transportaba un cargamento del preciado vino de Midum.
LEER MÁSY eran sus últimos momentos de libertad porque en cuanto pisara tierra recuperaría su verdadera identidad muy a su pesar. Cuánto le gustaría poder seguir siendo Khumi. No pudo evitar sonreír como siempre que pensaba o pronunciaba esa palabra. Ése era el apodo que le pusiera su querida nodriza loggi. Se supone que en su lengua significaba “inquieto” o “travieso”, lo que cuadraba muy bien con su personalidad. Aquella mujer había sido la nodriza de los tres hijos de Domusal Damoy y su esposa Kai, pero Enekhal se sentía muy orgulloso de haber sido con mucho el favorito de Cerala. Incluso a pesar de que la mujer pasase mucho más tiempo con Nusi por ser chica. A Enekhal no le avergonzaba seguir visitándola cuando ya era un muchachito que recibía entrenamiento militar junto a su hermano mayor, igual que tampoco le avergonzaba haber usado ese apodo infantil durante los últimos meses, casi un año, desde que dejó el reino de Narvaly.
No le importó la opinión de los demás, ni sus burlas por lo tonto del nombre. Ese nombre le había dado una libertad que jamás había conocido y que, con toda seguridad, iba a echar de menos. Pero ya no podía seguir con su despreocupada vida de los últimos meses. Las cosas habían cambiado, y aún cambiarían más.
Cuando salió de Narvaly no tenía nada previsto, tal y como le dijo a Zodrim. Se dirigió a Midum porque le pareció un lugar suficientemente seguro para pasar el tiempo de su destierro. Desde que Zodrim accedió al trono, se concentró en la recuperación de su propio reino tan golpeado por la plaga y la invasión de Menetir, mientras dejaba a un lado todo lo relativo a Midum. La verdad es que ese reino que su hermano Netyk tan caprichosamente se había empeñado en conquistar, para ella era un dolor de cabeza más que otra cosa. Encargó el gobierno a nobles de su confianza, e intentó desentenderse. No era fácil, pues el débil gobierno hizo renacer las antiguas aspiraciones de los rebeldes Sum y otros grupos. Midum era un reino bastante caótico, lo que a Enekhal le convenía mucho para ocultarse.
No tenía planes definidos. Le vino la idea de camuflarse como una inspiración. Por eso decidió usar su apodo de niño. Para no tener que dar demasiadas explicaciones a nadie, abandonó su imagen inconfundible de príncipe valate. Se afeitó su rubia barba al estilo de lo que hacían los hombres de otras naciones. También se recortó los largos cabellos, y adoptó la vestimenta popular de las gentes de Midum. Por sus dorados bucles, ojos azules y piel clara, la gente siempre suponía que era extranjero, pero él se cuidó mucho de no revelar su exacta procedencia. Durante su periodo como gobernador de Midum, había perfeccionado bastante su conocimiento de la lengua midummita, y era la única que utilizaba.
Como era hábil e ingenioso, no le costaba encontrar trabajos de lo más variado. Cuando en algún lugar la gente comenzaba a hacer demasiadas preguntas sobre su origen o identidad, simplemente cambiaba de lugar. A propósito, decidió no vivir en la capital, pues allí podría haber quien le reconociera de su época de gobernador, incluso tras su cambio de aspecto. Enekhal había disfrutado de verdad ese periodo de vida tan aventurera. Le había permitido aprender infinidad de cosas y vivir mil experiencias, lo que siendo un príncipe nunca le habría sido posible. Al final iba a tener que agradecerle a su tío Andamar haberle desterrado de Kynán, destierro del que aún le restaban 16 años.
Pero, para su desgracia, su primo Naadur había reconquistado Midum, y él ya no estaba seguro allí. Su tío el rey Andamar le había permitido vivir en Narvaly mientras cumpliera los términos de los tratados de Ayusha. Pero Narvaly era un reino independiente. habría estado seguro allí si no cruzaba la frontera de Kynán, cosa que había hecho, si bien involuntariamente, pues tras la reconquista de Naadur, Midum era ahora de nuevo parte del reino de Kynán. Por eso, él tenía que huir, y esta vez, sí eligió deliberadamente a dónde ir. Durante su estancia en nombre de su padre en Esterria, y después, durante la conferencia de paz, había hecho buena amistad con la corte del país. Incluso el reticente Tessino acabó por mostrarse amistoso con él. Solicitaría asilo en Ayusha. Desde luego, había lugares mucho peores en los que exiliarse.
Al mismo tiempo que Enekhal arribaba al puerto de Ayusha, el victorioso ejército de Naadur el Intrépido avistaba por fin las murallas de Taros. Qué diferente había sido su marcha de regreso de Midum a la que hicieran unos meses antes en sentido contrario. Las noticias de la brillante reconquista de Midum por parte del príncipe habían viajado veloces por todo el reino, y allá por dónde pasaban los señores grandes o pequeños los salían al encuentro para invitarles a sus heredades o castillos, ofreciéndoles toda clase de agasajos. De pronto, parecía que las terribles huellas de diez años de guerra y de la plaga habían desaparecido. Los campesinos que poco antes huían de sus campos salían ahora al borde de los caminos a saludar y vitorear al valiente y apuesto príncipe Naadur por su triunfo.
Naadur estaba encantado. Disfrutaba como un niño de todos aquellos halagos y homenajes. Por supuesto, como era habitual en él, Yaluc veía más allá de la música y el oropel. No podía olvidar el daño que las leyes de Andamar estaban haciendo a sus amados loggi. Se preguntaba qué estaría planeando Agón. No habían tardado en darse cuenta tras la marcha de aquel grupo, de la disminución en el número de armas. Naadur no había querido hacer nada al respecto entonces, pues su objetivo principal era recuperar Midum, para lo que necesitaba contar con la sorpresa. Pero ahora Yaluc temía el castigo que su amigo, como general, fuera a imponer a los desertores. Sin embargo, incluso él acabó por dejarse llevar por la contagiosa alegría de Naadur. Ya habría tiempo para preocuparse.
Como ya tenían las murallas de Taros a la vista, todos querían acelerar la marcha, deseando llegar ya junto a sus familias, o a sus cuarteles a descansar. Naadur estaba tan impaciente como los demás. Pero no había forma humana de que pudiesen alcanzar la ciudad antes de la puesta de sol. De ninguna manera podían entrar en la capital del reino de noche, como vulgares viajeros. De modo que ordenó acampar. Apenas llevaban una hora instalando el campamento, cuando vieron acercarse a un jinete procedente de la ciudad. Era un heraldo del rey y los guardias le condujeron hasta donde se encontraba Naadur.
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